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    En busca del tiempo perdido

    Juan Carmona de Cózar. Abogado. Ex alcalde

    Apropiándome del título À la recherche du temps perdu, del genial novelista francés Marcel Proust, reflexiono acerca de los tiempos que nos han llegado, de repente, sin estar preparados para ello, aunque algunos visionarios los veían venir. ¿qué está pasando?

    A causa de la pandemia, o al amparo de ella, los hábitos, las costumbres y el comportamiento social han cambiado radicalmente. La normalidad no volverá, y la “nueva normalidad” a muchos no nos gusta, no nos gusta nada. La tecnología se ha impuesto. Los sistemas, las redes, las comunicaciones son el nuevo PODER multinacional, por encima de Estados y Gobiernos, y han impuesto el nuevo orden social. Ya, para cualquier trámite administrativo, o de gestión ante compañías telefónicas o de suministros (electricidad, telefonía, agua, gas, ….) tenemos que hablar con máquinas, o con teleoperadores ubicados a miles de kilómetros, que casi ni nos entienden, y al final aceptamos por aburrimiento o hartazgo lo que quieran meternos. Es “el silencio de los corderos” impuesto desde no se sabe dónde por poderes inalcanzables e intocables.

    Todo ha cambiado, nos lo han cambiado. Y esos cambios, de golpe, son asumidos por los ciudadanos sin posibilidad siquiera de opinar. El desplome de la economía, que afecta ya a casi todos los sectores, es brutal. Algunos, como el turístico y la hostelería, podrán recuperarse, aunque lentamente; cuando se pueda volver a viajar, cuando “ellos” decidan que se puede volver a viajar, quizás con pasaporte de vacunación, o con un chip que nos identifique, y con el que nos controlen, pero otros han cambiado para siempre.

    El comercio. Antes de esta pesadilla las compras por internet eran aproximadamente un veinticinco por ciento del total, y el otro setenta y cinco por ciento se repartía entre los centros comerciales y el llamado comercio de proximidad (las tiendas de toda la vida). Ahora, ya, ha pasado a ser del cincuenta por ciento. Y ¿quién ha perdido ese porcentaje? Parece ser que, sobre todo, los centros comerciales, porque el comercio tradicional tiene su sitio, por la cercanía y el contacto humano. Si esto es así, de manera irreversible, ¿cuántos cerrarán para siempre? ¿cuánto más desempleo?

    Pero lo más sangrante es el cambio del sistema bancario. Los bancos ya son otra cosa. Es imprescindible leer el artículo de Arturo Pérez Reverte – “cada vez más indefensos, cada vez más solos” – (www.xlsemanal.com) Da en el clavo, como siempre, y relata con maestría la indefensión de tanta gente ante las prácticas que nos imponen. Antaño, a lo largo de la historia, cuando pasaban estas cosas la gente se rebelaba. Eran las REVOLUCIONES. La francesa comenzó con La toma de la Bastilla, que acabó con el antiguo régimen. El pueblo moría de hambre y se alzó contra la monarquía y la aristocracia que encarnaban la injusticia social; y El asalto al Palacio de Invierno, por lo mismo, fue el inicio de la Revolución Soviética y la implantación del comunismo. Pero ahora ¿qué se asalta? Ya no hay palacios donde resida el poder, el poder real está en “la nube” o sabe Dios. Y los políticos, mientras, dando “palos de ciego” con la pandemia, sin saber realmente qué hacer porque no lo saben, ni sus expertos, se limitan a abrir y cerrar sectores, pueblos, comarcas, provincias, regiones. Ocupados con asuntos tan irrelevantes para la ciudadanía como la Ley Transgénero o las elecciones catalanas.

    ¡Qué horror! Ya ni siquiera tienen el circo romano, o el PAN Y TOROS para entretener al pueblo. Bueno, pan si hay, aunque a muchos tendrán que dárselo sin hacerles pasar por trámites burocráticos, naturalmente telemáticos; pero ¿toros? me temo que pasen a la historia.

    Nunca fui antisistema, pero me parece que el sistema es anti ciudadanos

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