Por Colectivo Brezo: M. Colorado, J. Muñoz, E. Emberley, A. Benítez y F. Aragón
Uno de los muchos y diferentes lugares mágicos de nuestro Parque Natural de los Alcornocales es el Canuto de Risco Blanco. Allí, el arroyo ha labrado año tras año un hermoso y estrecho valle, donde crece una exuberante vegetación relicta: la laurisilva, de la que ya hemos escrito en anteriores colaboraciones.
Dada la importancia ecológica y para evitar aglomeraciones que puedan dañar el delicado equilibrio de este enclave, el acceso es restringido y se necesita un permiso expedido por la dirección del parque para poder acceder. Previamente hay que recorrer unos 9 kilómetros por la hoy en día catalogada como pista forestal y carril bici, que no es más que la antigua carretera que unía las poblaciones de Los Barrios con Facinas. Sólo se concede un permiso por vehículo y en determinados días del mes, por lo que es imprescindible contactar con las oficinas del Parque.
El ascenso se inicia pasando una cancela y la pendiente en algunos tramos es bastante acusada. Entramos en un extraordinario quejigal cubierto de plantas epífitas y cuyas formas de candelabro nos permite recordar el uso racional que hacían del bosque los antiguos habitantes del mismo, ya que estas formas se deben a la poda de las ramas para aprovechamiento como leña y carbón. Un poco más arriba, el bosque empieza a cambiar y comenzaremos a ver alcornoques y acebuches. Desde el mismo carril se puede observar una gran peña arenítica blanquecina que destaca por su claridad y enormidad y que da nombre al arroyo y al valle.
Una vez en el arroyo, podemos entrar en el canuto, la formación típica y exclusiva de nuestro parque que consiste en un curso de agua con un bosque galería formado por una vegetación lujuriosa preglaciar que contrasta fuertemente con el bosque mediterráneo circundante. La palabra canuto parece que en lenguaje mozárabe significaba tubo, de ahí el nombre, por la semejanza de la formación con esa determinada estructura. Aquí las especiales condiciones de temperatura y humedad ambientales han permitido resistir a la laurisilva y nos encontramos con especies tales como fresnos, alisos, avellanillos, ojaranzos y multitud de helechos, destacando en esta zona las masas de helecho macho peludo. Al llegar a una zona elevada donde confluyen multitud de arroyuelos cambiamos de margen en el arroyo y comenzamos la bajada, buscando la pista que nos llevará al mismo lugar del comienzo.
Unido al enorme interés ecológico de esta zona podemos destacar asimismo el antropológico, etnográfico y cultural, pues podemos contemplar algunos testimonios de la vida de los antiguos habitantes de este bosque mágico como son las viviendas de techo vegetal llamados en la comarca “moriscos”, restos de hornos, alfanjes y boliches, que nos muestran la forma racional de obtener del bosque habitabilidad, alimentos, leña y carbón de manera sostenible y respetuosa con el medio donde vivían. Sin lugar a dudas es uno de los canutos más bonitos y espectaculares del Parque. La travesía se puede realizar en unas dos horas no revistiendo demasiada dificultad y transcurre por pistas y senderos. El desnivel aproximado es unos 250 metros.
Insistimos en la delicada fragilidad de estos enclaves lo que exige al visitante una exquisita conducta de respeto y comportamiento cívico ante estas maravillas que la naturaleza nos ofrece.