Procedentes de Sudamérica, los primeros ejemplares llegaron a España a principios de los 80. La colonia de Sotogrande anida en las palmeras y no ha crecido exponencialmente en los últimos treinta años

Por Reyes Seijas · Fotos David Barros

El mundo animal integra tal cantidad de especies que es casi misión imposible conocerlas o identificarlas todas. Al igual que convivimos habitualmente con nuestras mascotas, en nuestro entorno otras especies habitan libres y adaptándose al medio. Este es el caso del ave que nos ocupa esta edición en nuestra sección de mundo animal.

Quien vive en Sotogrande y en su entorno más cercano o frecuenta la zona habitualmente habrá podido ver seguro esos “loritos” de color verde llamativo y pecho grisáceo, que pintan de color las calles y el cielo. Se trata de la cotorra argentina (Myiopsitta monachus) o comúnmente conocida como cotorra monje. Una especie con una esperanza de vida de unos 20 años, que se alimenta de frutos y semillas y que goza de gran adaptabilidad para desarrollar su ciclo biológico.

Para quién aún desconozca cómo han llegado hasta aquí y cuáles son sus principales particularidades, intentaremos dar respuesta con la ayuda del biólogo y gerente de Ornitour, David Barros.

Procedente de las zonas templadas y subtropicales de Sudamérica –desde el sudeste de Brasil hasta Argentina-, esta especie comenzó a llegar a España a principios de la década de los 80. Entre 1981 y 2014 se exportaron 1,3 millones de cotorras a todo el mundo, de las cuales 260.000 llegaron a España.

Por entonces, se utilizaba fundamentalmente como mascota. Las habituales ferias de verano también contribuyeron a su popularización y llegaban a los hogares tras haber sido ganadas en tómbolas donde se habían convertido en el premio más codiciado.

La expansión de la cotorra argentina en libertad comenzó a producirse por escape -provistas de un pico fuerte se comían las jaulas, que eran de madera o aluminio- o bien por sueltas intencionadas, cuando los dueños cansados de su parloteo decidían dejarlas marchar. Y a partir de aquí comienza a entrar aún más en juego su gran capacidad de adaptación tanto en la búsqueda de alimentos como en la creación de sus colonias.

Una de las peculiaridades más llamativas de la cotorra argentina consiste en que es la única de su especie que hace y vive en sus propios nidos, el resto habita en los huecos de los árboles. Ellas construyen una gran bola con ramas entrelazadas en las copas de los árboles. Son nidos comunitarios que a su vez suelen estar divididos en galerías individuales con salidas independientes.

David Barros contaba a SGplus que los primeros ejemplares en libertad se empezaron a ver por la zona concretamente en la curva de San Diego, donde anidan en eucaliptos. “En los años 80 cuando vimos las primeras alucinamos”. Y de ahí llegaron a Sotogrande, donde las copas de las palmeras son sus lugares escogidos. Especialmente podemos verlas, según nos explica, en la zona antigua del puerto o en el entorno del Real Club de Golf Sotogrande, donde están sus colonias de crías.

Lo positivo es que en más de treinta años no es una especie que haya aumentado de manera desorbitada en el entorno de la urbanización, como ha sucedido en otras zonas de España, como Madrid o Barcelona y que han llegado a convertirse en una problemática. El tercer núcleo nacional de esta especie está en la costa Malagueña. Y, ¿qué tienen en común estas tres regiones, que acaparan el 89 por ciento de toda España? Según estudios realizados por la Universidad de Málaga en los que se han barajado variables ambientales, al final el principal indicativo para su asentamiento es el alimento. “En Sotogrande hay mucho árbol de frutos: palmeras con dátiles, higueras, almeces…”, indicaba David dando explicación a la colonia consolidada aquí.  

Teniendo en cuenta los datos del último censo realizado en 2015, tras haberse prohibido su importación en 2011 y basándose en sus profundos conocimientos de la zona, el biólogo estima que en Sotogrande la población de cotorra argentina puede ser de unos 300 ejemplares. Mientras su expansión y crecimiento no experimente un gran salto cuantitativo, que haga peligrar especies autóctonas, seguiremos acompañados de esta llamativa ave exótica y de su parloteo en las alturas.