Un antiguo camino de caballos con un final sorprendente
SGplus propone en esta segunda edición a sus lectores un sendero que nos permite adentrarnos en la naturaleza, desconectar y cuyo final es toda una delicia para los sentidos
Por Soraya Fernández · FOTOS DORO Jr.
La ruta elegida por SGplus para esta segunda edición no tiene complicación alguna pero resulta muy reconfortante y relajante. Sólo hace falta calzado y ropa cómodos para iniciar un recorrido de menos de media hora en el que únicamente hay un lugar de dificultad, por lo que las personas con movilidad reducida no pueden concluirla.
El punto de partida es el Cortijo Los Canos, en Pueblo Nuevo. Tomamos desde allí un camino que nos lleva a las instalaciones deportivas del núcleo urbano para bordearlas y coger un sendero sin asfaltar. A la izquierda podemos deleitarnos con un paisaje arbolado desde el que se divisa Guadiaro y, a lo lejos, la Sierra de las Nieves de Málaga.
Continuamos un tramo más caminando y tomamos un pequeño desvío a la derecha para pasar por debajo del puente, un lugar diáfano por el que nos adentramos en un camino más estrecho.
El sendero es una maravilla. Pinares, adelfas y otros árboles rodean el sendero y la sensación al ir avanzando es la de adentrarnos en plena naturaleza. Esta vía la utilizaban para llevar los caballos al antiguo campo de polo, que dejamos a nuestra derecha para proseguir.
Continuamos hacia adelante. La naturaleza es caprichosa y en mitad del camino nos sorprende el tronco de un gran árbol que corta la vía en horizontal. Es necesario agachar la cabeza para proseguir. El viento ha modelado éste y otros árboles en esta parte del sendero.
Sólo se escucha el cantar de los pájaros. El camino se sigue estrechando, tanto que hay que transitarlo de manera individual. La vegetación nos rodea.
Tras continuar unos metros, el sendero vuelve a ensancharse. A la derecha podemos ver las antiguas cuadras de caballos. Seguimos y nos recibe el río Guadiaro. La imagen resulta impactante y merece la pena disfrutarla y tomar fotografías. Al fondo se adivina ya la playa. Patos, gaviotas y otras aves son el único sonido que nos rodea ya.
La sensación de tranquilidad es tremenda y las vistas, un espectáculo. Es en este punto cuando encontramos la única zona complicada para continuar con nuestra ruta. Se debe tener cuidado por el desnivel y las ramas y piedras existentes. No supone una gran dificultad sortearlo pero sí hay que hacerlo con cautela.
Y es ahí cuando llegamos a una zona verde con unas vistas impresionantes del río frente a las cuales hay una urbanización, aunque el tramo que bordea el Guadiaro es zona pública y un espacio natural protegido.
El campo y el mar se entremezclan en este punto. Podemos también acercarnos más al río desde un embarcadero público, aunque siempre con mucha precaución.
Desde ese punto, mirar tanto a un lado como al otro del río es una maravilla. Se trata de un lugar arbolado, por lo que el silencio, que únicamente rompe el cántico de las aves, nos invita a descansar bajo un árbol, tomar algo para reponer fuerzas e incluso sentarnos para leer. En cualquier caso, lo recomendable es quedarse allí un rato, relajarse y disfrutar de las espectaculares vistas del río y de la sensación de estar en plena naturaleza.
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