Juan Carmona de Cózar. Abogado. Ex alcalde

«… deberíamos reconocer que el actual caos político guarda relación con la decadencia del lenguaje y que podríamos conseguir alguna mejora si empezáramos por lo verbal … El lenguaje político – y, con variantes, ello es cierto de todos los partidos políticos, desde el conservador al anarquista – está pensado para que las mentiras suenen a verdades y el crimen parezca respetable, y para conferir apariencia de solidez al aire puro».

Ha caído en mis manos, o en mis ojos, este párrafo de George Orwell, escrito en 1946 en un corto ensayo, pero que es totalmente descriptivo de lo que, al parecer, ya venía sucediendo hace décadas, y que ahora está llegando a su máxima expresión aquí mismo.

Veamos, dejando aparte de la cantidad de palabras que no se pueden utilizar, porque no son «políticamente correctas» y no voy a referirme a ellas (aunque a veces resultan ridículas las sustitutivas), y los conceptos que cambian de nombre abandonando el anterior. Sirva como ejemplo que cuando escribo esto estamos sufriendo una «Dana», que hasta no hace mucho, era una «gota fría» y antes una gran borrasca.

Pero quiero referirme concretamente a la perversión del lenguaje político, al retorcimiento del concepto y el encaje a «matamartillo» de palabras más suaves y desdibujadas. Me encanta el hallazgo de ALIVIO PENAL para huir de la palabra ANMISTÍA que, aunque quienes la piden le siguen llamando por su nombre, los que deben intentar concederla, retorciendo o vulnerando la Ley evitan, a toda costa, pronunciar su verdadero nombre.

Aún recuerdo de mis tiempos de estudiante de Derecho, cuando aquel catedrático emérito nos explicaba que para los juristas romanos «las cosas son lo que son» y no lo que dicen ser. Un martillo es lo que es. Se puede decir que es un palo con una pieza de hierro encastrada en un extremo, sí, pero no por eso deja de ser un martillo. Y así tantas y tantas.

Me da pena. Pena por el diccionario, por la desfiguración del lenguaje, por la manipulación intencionada para engañar a la gente, embaucar a los votantes, y caminar poco a poco pero rápidamente, con prisa y sin pausa ¿hacia dónde? hacia dinamitar ¿qué?

Eso sí… ¡Qué clarividencia la de George Orwell!

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Our Language, by Juan Carmona

«… one ought to recognize that the present political chaos is connected with the decay of language, and that one can probably bring about some improvement by starting at the verbal end… Political language – and with variations this is true of all political parties, from Conservatives to Anarchists – is designed to make lies sound truthful and murder respectable, and to give an appearance of solidity to pure wind».

This paragraph by George Orwell, written in 1946 in a short essay, has fallen into my hands, or into my eyes. Yet it is fully descriptive of what, it seems, has been going on for decades, and is now reaching its peak stage.

Let’s see, leaving aside the number of words that cannot be used, because they are not ‘politically correct’ and I am not going to refer to them (although sometimes the substitutes are ridiculous), and the concepts whose names change, thus discarding their previous ones. As an example, as I write this, we are experiencing a ‘DANA’ depresión aislada en niveles altos (isolated depression at high altitudes), which until not so long ago was known as a ‘cold drop’, and before that as a ‘squall’.

 

But I want to refer specifically to the perversion of political language, to the twisting of the concept and the ‘ham-fisted’ insertion of softer, blurred words. I particularly enjoy the term CRIMINAL RELIEF to escape from the word ANMISTY which, although those who ask for it continue to call it by its name, those who should try to grant it, twisting or violating the Law, avoid, at all costs, pronouncing its true title.

 

I still remember from my days as a law student, when our emeritus professor explained that for Roman jurists «things are what they are» and not what they say they are. A hammer is what it is. It can be said to be a stick with a piece of iron attached to one end, yes, but that does not mean that it is not a hammer. Like that there are many, many more.

 

It makes me sad. I feel pity for the dictionary, for the disfigurement of language, for the deliberate manipulation aimed at deceiving people, misleading voters. It is a slow but rapid march, in haste and without pause, towards what? towards the destruction of what?

 

It must be said… George Orwell was truly prescient!