Ana Aguilera, Directora de SGplus
En estos días previos a la Navidad, se respira ese aire festivo que invita a la esperanza. Sin embargo, este año, al igual que en muchos otros, la preparación para las fiestas se ve teñida por una mezcla de sensaciones, entre la alegría que la temporada trae consigo y el dolor por lo que hemos vivido. La reciente tragedia causada por la DANA ha dejado su huella en todos nosotros, recordándonos de forma brutal lo frágil que es la vida, cómo en cuestión de segundos todo puede cambiar y lo que un día parecía seguro se convierte en incertidumbre.
Es cierto que, en medio de la tristeza, nuestra comunidad ha demostrado una vez más su capacidad de resiliencia. Los vecinos, las asociaciones, los ayuntamientos, las empresas… todos se han volcado para ayudar a los afectados, dejando claro que la solidaridad no tiene fecha en el calendario. No necesitamos que sea Navidad, ni un desastre natural, para tender la mano al prójimo. Pero la realidad es que, lamentablemente, en muchos casos esta actitud parece emerger principalmente en situaciones extremas o durante las fiestas. Y aunque estas actitudes son dignas de admiración, deberían ser la norma, no la excepción.
En Sotogrande, un lugar privilegiado donde el lujo y el bienestar de sus residentes y visitantes suelen acaparar los titulares, también se siente la necesidad de compartir, de ayudar a aquellos que lo necesitan. Nuestra zona, conocida por ser un destino de disfrute y descanso en familia, es también un reflejo de cómo la convivencia y la empatía pueden transformar una comunidad. Los lazos que se estrechan entre los habitantes en tiempos difíciles, como los recientes, no son solo una respuesta ante la tragedia, sino una demostración de lo que somos capaces de hacer cuando nos unimos.
Pero si algo nos ha enseñado la DANA, es que debemos estar preparados para ser solidarios, generosos y compasivos todos los días del año. Ayudar al vecino, al amigo, al desconocido, debe ser un acto cotidiano, porque la vida cambia en segundos y todos somos vulnerables.
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Sotogrande readies itself for Christmas amidst grief and solidarity
During these days leading up to Christmas, there is a sense of hopeful festivity in the air. However, this year, as in many others, the build-up to the festive season is tinged with a mixture of feelings, between the joy that the season brings and the pain of what we have experienced. The recent tragedy caused by the DANA has left its mark on all of us, brutally reminding us how fragile life is, how in a matter of seconds everything can change and what once seemed certain becomes unpredictable.
It is true that, in the midst of the sadness, our community has once again demonstrated its resilience. Neighbours, associations, town councils, businesses… all have stepped up to help those affected, making it clear that solidarity knows no fixed calendar date. We don’t need it to be Christmas, or even a natural disaster, to reach out to others. Unfortunately, however, in many cases this attitude seems to emerge mainly in extreme situations or during the festive season. Although these attitudes are to be admired, they should be the norm, not the exception.
In Sotogrande, a privileged place where luxury and the well-being of its residents and visitors tend to make the headlines, there is also a need to share, to help those in need. Our area, known for being a destination for family relaxation and enjoyment, is also a reflection of the way in which community living and empathy can transform a community. The bonds that are forged between people in difficult times, such as the recent ones, are not just a response to tragedy, but a demonstration of what we are capable of when we come together.
Yet if the DANA has taught us anything, it is that we must be prepared to be supportive, generous and compassionate every day of the year. Helping a neighbour, a friend, a stranger, should be a daily act, for life changes in seconds and we are all vulnerable.
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