La obra del fotógrafo gaditano, que ha pasado por las más prestigiosas galerías internacionales, enaltece la belleza femenina y prepara un giro hacia el compromiso social
Por Reyes Seijas
La sublimación de la belleza femenina, un deseo nítido desde la infancia y un propósito materializado en una amplísima obra que ha hecho de la fotografía en su concepto más amplio, el oficio que ha llevado a Mariano Vargas al espectro de los artistas más reconocidos a nivel internacional.
La vocación artística de este gaditano nacido en San Fernando y criado en Algeciras, despertó a temprana edad en el despacho de su abuelo, donde se escondía bajo su mesa para impregnarse de los libros de arte clásico que éste coleccionaba. Desde los 18 años, la visión y el objetivo de Mariano vienen haciendo homenaje a la mujer. Comenzó a usar la cámara de su padre para fotografiar a amigas y luego pintarlas hasta que un día, contaba a SGplus, “me di cuenta de que el proceso de fotografiar me resultaba más atractivo y excitante que ponerme a la soledad de la pintura, que es mucho más introspectiva y solitaria”. El hecho de fotografiar le fue cautivando cada vez más, especialmente por la acción de dirigir.
A Vargas le gusta recalcar que lo suyo es fruto de un análisis de todo el proceso artístico. Una metodología que da pie a una fotografía de estudio, que lleva implícita una meticulosa búsqueda de la modelo, la proyección de la idea, la construcción de la escenografía y el juego certero con la iluminación. Toda una mecánica creativa cuyas instantáneas requieren de un revelado y una postproducción, cuanto menos, especiales. Digitalmente, Mariano imprime en sus fotografías la técnica del sfumato, que usaban los pintores renacentistas. “Yo lo que le quito es ese aspecto de realidad tan grande que te da la fotografía”, nos contaba al respecto.
Tras sus primeras fotografías en blanco y negro, años de indagación y mucho trabajo desembocaron en la obra personal y profesional que hoy Mariano Vargas expone al mundo. En la personal tiene un protagonismo especial el retrato femenino erótico, donde el 95 por ciento de las mujeres son de la calle. Una modalidad de retrato inconfundible, caracterizado por la extrapolación de la mujer renacentista a la actualidad. Reminiscencias del arte clásico convertido en contemporáneo, que explica el uso de objetos modernos en las imágenes. De esta vertiente nace en 2003 su serie Soltanto Madonne, que le supuso ese punto de inflexión y le valió para que la prestigiosa editorial alemana Taschen viera la obra y lo publicara en el libro Los mejores fotógrafos eróticos del mundo, en tres ediciones seguidas.
Y después está la fotografía para editoriales de moda, trabajada en estudio, muy definida y con una composición específica de la escena. Desde hace 9 años Mariano Vargas viaja a Milán para culminar un trabajo que, previa propuesta de la idea, él proyecta y organiza desde su estudio en Alcaidesa.
Mariano dice haber desarrollado siempre la misma temática y ahora, bajo la perspectiva pensante de la madurez ha cambiado el discurso. Se encuentra inmerso en la que ha venido a denominar “la obra de su vida”. Una idea que ha tenido que esperar 15 años en el cajón para “sentir que era el momento de hacerla”, nos decía Vargas. El aún proyecto toma como referencia El naufragio de la medusa, una obra de Gericault expuesta en el museo del Louvre, para plasmar todos los temas sociales en los que hemos naufragado. Se trata del proyecto más ambicioso de su vida, en el que participarán 20 personas subidas sobre la balsa y que el fotógrafo pretende presentar al Louvre para llevar a cabo una exposición, que incluirá una acción artística con el público.
Esta nueva proyección artística expone la gran capacidad creativa y evolutiva de un artista al que siempre le gusta llevar una cámara de 35 milímetros encima. Lo que más le entusiasma por encima de todo es crear ideas y darles vida en el estudio, para inmortalizarlas en cotizadas obras de arte.