
Patricia Sanagu, profesora de Yoga y directora del centro Origen
Una explosión de investigaciones en la última década sobre cómo cultivar bienestar y felicidad han demostrado que, las personas que son más autocompasivas tienden a tener mayor felicidad, satisfacción con la vida y motivación, mejores relaciones y salud física, y menos ansiedad y depresión. También tienen la resiliencia necesaria para hacer frente a eventos estresantes de la vida como puede ser por ejemplo: separaciones, pérdidas, crisis de salud, fracaso académico o profesional.
En el diccionario se define compasión como: “sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento”. Si la compasión implica el reconocimiento del sufrimiento en el otro y el deseo de aliviarlo, la autocompasión tiene las mismas implicaciones pero referidas a uno mismo.
Si has tenido la experiencia de meditar o practicar yoga alguna vez sabrás lo sobrecogedor que puede ser observarse con atención y escuchar todo lo que ocurre dentro. Cuando nos hacemos conscientes de nuestras luchas internas, nuestras limitaciones, de la autocrítica y autoexigencia a la que nos sometemos constantemente y del diálogo interno incesante, solemos sorprendernos.
Mientras que la auto-pena o lástima hacia nosotros mismos dice “pobre de mí” y suele generar una actitud de rechazo o huida, la autocompasión comprende tres componentes que interactúan: la amabilidad hacia uno mismo versus la autocrítica despiadada, un sentido de humanidad común compartida, (nadie está libre de sufrimiento) versus el aislamiento individual y el dramatismo, y la aceptación vs el rechazo o la identificación.
Y este es uno de los mayores beneficios que nos aporta la práctica, el cultivo de la bondad hacia nosotros mismos y hacia los demás, lo cual nos va llevando poco a poco a vivir con mayor paz y bienestar.