Por Martín Serrano

El confinamiento al que estamos siendo sometidos los españoles y una gran mayoría de los ciudadanos del mundo da para mucho. Y para más. Probablemente sea una de las experiencias colectivas más traumáticas a las que se ha sometido al ser humano, si excluimos, por supuesto, a la que padecen miles de olvidados sometidos al hambre, a las bombas más sofisticadas y a las miserias de los poderosos desde siempre.

De todos los mensajes que nos han venido llegando de fuentes fiables y de otras no tanto me quedo con una que muestra la fisonomía en dos caras. Una de ellas, la mitad, de color rojo mira a la izquierda y representa con gesto abrupto su ataque sin piedad a la humanidad. La otra mitad, que mira en el dibujo hacia la derecha, ofrece un corona sonriente y verde contemplando la belleza de la naturaleza en su pleno apogeo. Este llamativo dibujo me hizo pensar en aquel dicho que apuntala una de las grandes verdades con las que me he venido topando a lo largo de mi vida y es aquella que sentencia de que a cualquier acontecimiento de la vida es posible extraer lecciones aunque la experiencia haya sido negativa.

Dicho y hecho. En una de mis intervenciones en Facebook pregunté a mis amigos que lección podríamos sacar de esta experiencia tan negativa para todos. Aprovecho esta oportunidad para revelar alguna de ellas porque estoy seguro que muchos la comparten y que evidencian que la vida, después, de la pandemia, no va a ser la misma.

Me dice María José Jiménez que la primera lección es la de tener conciencia de que debemos disponer “de servicios públicos de calidad”. Para Mertxe González el encierre nos ha estado descubriendo “quienes son tus amigos de verdad” y para Miguel Bullón todo se va a concretar en “estadísticas”. José Luis Vázquez no ve nada bueno, aunque “deberíamos estar preparados para la próxima pandemia” y Alicia Domínguez valora más “las cosas y la vida”. Paqui Carrero valora el trabajo de los profesionales y el ejemplo “de solidaridad” de tantas personas mientras que Gracia León concluye que tras el confinamiento hay que aumentar los gastos “en investigación, educación y sanidad”. Para Fermín Tobalina la experiencia nos evidencia “que hay que mirar menos al centro y al norte de Europa” y Carmen blue Pérezquin confiesa que el confinamiento le hace aprender mucho “aunque algunas cosas ya las sabía y así seguiré, aprendiendo”.

Antonio Ramos se alegra de que ahora se valoren más a los sanitarios “y para lo que sirven las urgencias”. No son pocos los que reconocen el respiro que los humanos nos hemos forzado en dar a la naturaleza, “ha bajado la contaminación”. Y a esto se suma Mary Espinosa que destaca el valor que le damos a las cosas, mientras que Guen Wong apunta que desde ahora “hay que vivir la vida loca y ser más humanos”. Para concluir, entre otros, con Manuel Cano que señala que el confinamiento nos debe aconsejar el producir menos,  “apoyar la salud pública y la investigación y cuidar el planeta”.

A mí el confinamiento me ha servido como un localizador, una especie de GPS, que no sólo me refleja donde debo estar sino, como tantos de los amigos señalados, donde está cada uno de ellos. Me duele el dolor ajeno y la maldad de algunos seres humanos, aunque me alivia el suspiro ofrecido al medio ambiente y la soberana lección de vulnerabilidad a la que se nos ha sometido a la humanidad. Tiempo para que los hombres poderosos de la tierra y los que no lo son se percaten de que es necesario cambiar el orden y la prioridades si no queremos quedarnos en el  Apocalipsis. Advertidos estamos.