POR COLECTIVO BREZO: F.ARAGÓN, A.BENÍTEZ , M.COLORADO, E.EMBERLEY Y J. MUÑOZ · FOTOS CEDIDAS

En la segunda quincena de septiembre, a  comienzos del período otoñal y coincidiendo  con las primeras lluvias tiene lugar el celo del  ciervo rojo (Cervus elaphus), lo que se conoce  en nuestros campos como la berrea.

Se llama así porque los machos de esta magnífica  especie, al entrar de lleno en su tiempo de  reproducción e inundados de hormonas sexuales, emiten unos bramidos guturales que  atronan por los montes mientras patean el suelo, marcan los árboles y dejan restos de  sus fluidos corporales avisando de su fortaleza a los jóvenes y posibles competidores que se atrevan a desafiarlo.

Si algún otro macho cree que tiene posibilidades, llegarán a enzarzarse en luchas ritualizadas que acaban  en asaltos frontales enlazando sus espectaculares cuernas, empujándose mutuamente y persiguiendo al perdedor hasta expulsarlo del territorio donde están las hembras.

Aquellos que vencen son los que logran reunir un harén de hembras y podrán transmitir  sus genes en la próxima generación de cervatillos. Estos nacerán al cabo de los ocho meses  posteriores y estarán bajo la protección de la madre durante todo el año siguiente, al final del cual se independizan. Las hembras solo  son fértiles durante un tiempo muy corto,  por lo que los machos dominantes deben cubrir al mayor número de ellas en un escaso plazo y la vez defender el harén y expulsar a los competidores, lo que supone un desgaste de energía enorme.

Una vez concluida la parada nupcial, que  suele coincidir con el acortamiento de los días y la llegada de los primeros fríos, allá  por finales de octubre generalmente, los machos volverán a su vida solitaria y a reponer las fuerzas pérdidas. Algunos machos se hacen acompañar de otro ejemplar más joven, lo que los monteros llaman el escudero.

Durante las últimas semanas de invierno o a principios de la primavera se produce el desmogue, que consiste en la pérdida total de la  espectacular cornamenta, que volverá a formarse paulatinamente hasta completar su  total desarrollo a finales del verano. Las hembras, los jóvenes y las crías permanecerán  juntas en un rebaño para pasar el invierno.

Las demostraciones de poder de los  machos que se producen en la berrea es  el mecanismo natural mediante el cual se  seleccionan a los individuos mejor adaptados y solo estos tendrán la oportunidad de  reproducirse. Es un espectáculo realmente  fascinante y que atrae cada vez más a todos  aquellos que disfrutamos del contacto y disfrute de la Naturaleza.

En nuestra comarca la población de  ciervos ha tenido una explosión demográfica enorme, debido sobre todo a su aprovechamiento para actividad cinegética en los  numerosos cotos de caza y, en parte, este  enorme número de ungulados ha llegado  a constituir en algunas zonas un problema  para la conservación y regeneración del bosque.

Numerosos lugares de nuestros montes  son propicios para poder observar la berrea,  pero la mejor opción es contratar algún guía  conocedor del terreno o empresa de actividad de aire libre de confianza que, respetando las imprescindibles normas de comportamiento, nos conduzcan con garantías a  poder disfrutar de este fascinante espectáculo de la Naturaleza.