En estos tiempos procelosos, nadie duda de que se avecina una crisis económica tan seria y dura, o más, como la que sufrimos a partir de 2008. Y en esta hipótesis quiero reflexionar sobre el papel que tienen que interpretar los ayuntamientos para afrontarla.
Los medios de comunicación hablan sin cesar de rebrotes, cierre de fronteras, la posibilidad de nuevos confinamientos, etc. En definitiva, miedo, que se ha instalado en la sociedad, miedo que paraliza, y con él no hay confianza y sin ella no hay inversión ni consumo, ni viajes, ni actividad económica. Esta situación acarreará muchas consecuencias; y la más terrible, PARO.
Y ¿qué hacer como ayuntamiento?: “No dejar a nadie atrás” en la medida de sus posibilidades, pero, sobre todo, dar confianza, generar posibilidades de actividad, promocionar, vender, en el sentido publicitario de la palabra, para generar riqueza y empleo.
Y para estas tareas los ayuntamientos sí tienen muchas posibilidades.
HONRADEZ, EFICACIA, Y VALENTÍA son las tres virtudes que, por mi experiencia, creo que debe tener un Alcalde, y su equipo de gobierno. Las dos primeras son obvias, pero la tercera, valentía, requiere un cambio profundo de mentalidad y de estructura de poder municipal.
Desde hace décadas los alcaldes se han dedicado a gestionar, unos mejor que otros, las cuentas públicas y los servicios; y en muchos casos lo han hecho bien. Pero han dejado las decisiones de los expedientes de licencias y autorizaciones, en manos de los funcionarios, los “técnicos”. Hoy en día casi ningún político se atreve a asegurar a un empresario, o promotor, o emprendedor, que su proyecto de negocio saldrá adelante, aun cuando para ello sea necesario por vía de urgencia y necesidad social modificar las normas urbanísticas. Ya que cuando razones de interés público lo aconsejen se podrá acordar la aplicación al procedimiento de la tramitación de urgencia, lo que implicará que se reducirán a la mitad los plazos establecidos por la situación económica y de paro creada por el COVID-19.
Los gestores del Plan Urbanístico, de las Ordenanzas y los que manejan las velocidades de tramitación, son los técnicos, que se han arrogado el mandato popular, por miedo, ignorancia, y quizás mala conciencia, de los elegidos democráticamente. Por desgracia muchos técnicos imponen su ideología, ¿y qué tienen que hacer los políticos ante esto?: muy simple, MANDAR. En definitiva, que “los técnicos” no impongan sus criterios políticos a quienes han sido elegidos, y que en muchas ocasiones son personales e ideológicos, en el mejor de los casos, en lugar de criterios técnicos. Un buen técnico siempre encuentra soluciones legales adecuadas y eficientes.
El mandato popular es de los políticos, con sus ideas y programas recibieron la confianza de los ciudadanos, entonces ¿de qué tienen miedo? Teniendo la conciencia tranquila, siendo transparentes y honrados, su obligación es levantar su pueblo para así generar riqueza y empleo. Y tener los mínimos conocimientos para hacer ver a sus técnicos que la Ley siempre es interpretable.